En un determinado momento de nuestra vida, siempre llega la ocasión, de que aparezca un anranjado atardecer, que haga juego con los girasoles..
Y es, en ese preciso momento, cuando dentro de nuestro pecho, nace una sensación que no se calma.
Una espera, que late y suspira, por sentir aquel ocaso, que dio paso a esa noche cerrada, en la que vamos trenzando esperanzas con sueños.
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