Soy consciente, que más allá del sentimiento, se encuentra el cariño, el habita en nuestro interior, aferrado con la fuerza suficiente para evitar verse desprendido, como si se tratara de un vagabundo que después de ciertas penalidades, logra por fin encontrar un lugar que le ofrezca cobijo y amparo ante tantas adversidades pasadas.
Siempre- pues es ley de vida- cuando culmina el día, se asoma la noche, ella alberga y contiene todos esos momentos vividos...se aposentan sin pedirnos permiso como si de una obligación preestablecida se tratara, con la finalidad de aflorar en el preciso momento que nos disponemos a entregarnos al merecido descanso cotidiano...
Son repetidas las veces que contemplo esas gaviotas argentas con ténues pinceladas de color ceniza, que suelen revolotear en la bocana del puerto, emitiendo sus peculiares gaznidos- en coasiones ensordecedores-, al propio tiempo que se entregan a una especie de juego sinuoso y floral, haciendo alarde de su vitalidad acusada, y teniendo como telón de fondo ese azul pastel dibujado en el horizonte.
A escasos cien metros, el pequeño y cadencioso oleaje, rompe sobre la arena limpia de la playa dejando flotar su espuma blanca con aroma a sal y yodo.
Yo, mientras tanto aqui estoy, estático y melancolico enfrentandome a mis pensamientos...¡Creo, que en la baraja de la vida, perdí parte de mi suerte!!!
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