sábado, 4 de octubre de 2014

PENSAMIENTOS IV


Amigos míos, -hemos de aceptar-, que en el fondo del alma,
 en determinados momentos, tenemos un inmenso mar de silencio.

Al alcanzar cierta edad, los años, suelen incidir en
nuestra dicha. Esto ocurre, cuando el animal que llevamos
dentro, desiste en seguir vivo, cuando esto sucede,
sólo queda el ser como tal, y su alma alterada.

Al llegar ésta situación, las amistades no tienen cara,
al igual que esas calles por las que hemos transitado
con asiduidad.

Por esa misma razón, y otras más, las noches,
se muestran misteriosas y llenas de peculiar embrujo.

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