sábado, 5 de junio de 2021

CONTRA LA VELOCIDAD

 


Asumir las prisas como norma en nuestra existencia cotidiana, tiene dos grandes riesgos. Uno de ellos, es la ansiedad. Al igual que sucede en la carretera, a medida que aumentamos la velocidad con la que hacemos las cosas, perdemos control sobre ellas, estrechando nuestro margen de reacción.
Muchas personas, se lanzan hacia sus objetivos con tanto ímpetu, que a menudo olvidan el motivo por el que corren.
Esto explica, por qué una vez alcanzada la meta, a menudo experimentan un sentimiento de vacío y confusión.
Para ahogarlo, se lanzan hacia nuevos objetivos, con el único fin, de seguir corriendo y no detenerse a pesar de lo que están haciendo. Otro efecto colateral es la dispersión. Quien se acostumbra a hacerlo todo cada vez más rápido, se siente tentado a hacer varias cosas al mismo tiempo. "Vive en la ilusión de que puede con todo", cuando en realidad, sus fuerzas se disipan en varias direcciones, consumiendo el tiempo enmendando errores. No logra terminar nada de lo que empieza y esto le provoca aún más ansiedad.

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