Amar la vida es quererla incluso cuando no tenemos
estómago para ella, y todo cuanto teníamos en gran
estima se desmorona como lo hace un pedacito de
papel quemado en nuestras manos...
Cuando el dolor se sienta con nosotros, su calor
tropical espesa el aire, el agua es pesada, más apta
para los bronquios -si cabe el término- que para los
pulmones.
Llegado ese momento, tenemos la vida, como un
rostro entre nuestras manos, una cara normal, sin
sonrisas encantadoras, sin ojos de color violeta, y
decimos: si, te tomaré, te amaré una vez más...
Excelente Don Emilio Bendiciones
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